Chicas lesbianas
UNA HISTORIA DE MISS CRISTINA
Hola, siempre suelo llegar muy tarde del trabajo. Cansada y sin ganas de ponerme a cocinar. Hacía mucho calor esa noche, así que me deshice de toda la ropa sudada que había llevado por la calle. Me quedé solo con el tanga más pequeño que tenía y un fino y pequeño kimono de satén por encima. Así que pedí comida a domicilio por teléfono.
NO TE QUEDES SOLA, ENTRA, REGÍSTRATE Y HAZ NUEVAS AMIGAS
El repartidor aparcó una vieja moto tras la verja del jardín, vino hasta la casa sacándose el casco. El polo de la marca de pizzas le quedaba justo y cuando me fijé un poco más me di cuenta de sus pechos pequeños, duros y muy firmes. Era delgada y su cuerpo fibroso. Su melena suelta,y cuando se quitó el casco,vi su bonita cara de rasgos finos y definidos. Y llevaba la caja y la bolsa con los refrescos en sus manos pequeñas y bonitas, con las uñas pintadas de un rojo vivo. Un auténtico bocadito con el que acompañar mi cena.
-traigo las pizzas,me dijo con voz tímida.
Al darle la espalda para buscar la cartera en mi bolso me incliné un poco más de la cuenta. Sin doblar las rodillas y su vista se clavó en mis nalgas desnudas y puede que en la fina tira de tela que las separaba. Luego de frente para pagar, el escote abierto hasta el ombligo, le mostraba mis pechos casi hasta el pezón.
Siguiendo su mirada incliné la cabeza y me di cuenta de que ella los había visto perfectamente. Yo a mi vez miraba sus pezones duros marcados en la tela fina de la camiseta, justo al lado del logo de la marca. No parecía que llevara sujetador y ese par de tetitas duras no debía necesitarlo. Se le notaba excitada, la respiración más rápida, la piel enrojecida. Un rubor cubría sus finas mejillas al cruzar su mirada con la mía. No se atrevía a decir nada.
En un gesto descuidado dejé caer el cinturón de seda que cerraba el kimono dejándole ver casi todo mi cuerpo desnudo. El poco encaje rojo que apenas cubría mi depilado pubis a donde fueron casi de inmediato sus ojos. Mientras yo le pregunté:
- ¿Te queda mucho para terminar?.
por suerte me dijo: esta entrega es la última.
- Para mi sola es demasiada cantidad. Podías ayudarme, así que te invito a cenar. Qué me dices?
cerré la puerta y le dije: ponte cómoda!
Yo andaba descalza y ella empezó por ahí dejando junto a la puerta de entrada sus tenis y sus calcetines. Sus pies estaban cuidadosos con las uñas pintadas de un suave tono rosa más suave que sus manos. Aunque debían estar sudados me encantó verlos, finos, bonitos y cuidados.
Todo ello sin cerrar la prenda que apenas me cubría. Me fijé en que seguía mi cuerpo con la mirada y la llevé al salón. Empecé a colocar la comida en bandejas, platos y sacar vasos para los refrescos. Dejé la comida en la mesita frente al sofá y me libré del kimono dejándolo caer al suelo.
-¿Tienes calor? le dije mirándola a los ojos y sin ningún tipo de pudor mientras yo estaba totalmente desnuda.
Empezó a desabrocharse los vaqueros despacito y muy sensualmente. Se fueron deslizando por su cadera dejándome ver su tanguita algo mas serio que el mío y de color crema. Con una sospechosa mancha de humedad donde el algodón cubría los labios de la vulva.
Se sentó a mi lado rozando nuestras desnudas piernas. Deslicé una mano suavemente por su pierna, subiendo despacio desde la rodilla.
Noté su piel erizada y no rechazó la caricia. Sujeté el borde del polo y mirándole a los ojos comencé a subirlo descubriendo más de su suave piel. Como suponía no llevaba sujetador y sus duros pechos que no lo necesitaban para nada lucían bronceados de top less.
Levantó los brazos para que pudiera terminar de sacarle la prenda y le sujeté las muñecas con ella para poder besarla por primera vez. Separó los labios de inmediato para recibir entre ellos mi lengua y me apoyé en ella. Sobre ella. Mis voluptuosos pechos frotándose con los suyos. Mis piernas enredándose con las suyas. Solté sus manos que fueron derechas a agarrar mis muslos. Al notar la fuerza con la que me amasaba el culo clavé la lengua más dentro de su boca.
Mis manos bajaron por su cuerpo acariciando sus tetitas firmes, retorciendo sus pezones duros, sus marcadas costillas, hasta la cadera. Pero aún no quería llevar mis dedos bajo su tanga, así que bajé por los muslos. Ella también recorría mi espalda con sus manitas hasta mi nuca. La cena se estaba quedando fría olvidada sobre la mesa. Mientras yo bajaba besando su cuello, las axilas sudadas, mi lengua buscaba sus pezones erizados, la piel bajo sus pechos, su vientre plano deteniéndose lamiendo el ombligo.
Su sabor salado a sudor, sus feromonas, después de su jornada de trabajo excitaba más mis fosas nasales. Volví a asaltar su pubis lamiendo las piernas, la parte de atrás de las rodillas, las pantorrillas hasta sus bonitos pies. Me los pasé por las tetas apoyando en ellas las plantas y dejando que ella acariciaba mis pezones con los pulgares, antes de llevarme uno de esos a la boca. No me importaba su sudor.
Lamía el pulgar de su pie como si fuera una pequeña polla. Usando la lengua y mojándolo de saliva, bajando a la planta donde su sonrisa me decía que le hacía cosquillas. Pero forzándose a sí misma a no apartarlo debido al placer que yo le daba. Luego subía al empeine sin dejar de besar y pasar la lengua por su suave piel.
Esta vez seguí subiendo por la pantorrilla bronceada, el muslo torneado y el encharcado coño. Ahora si que hice a un lado la lycra del tanga y clavé allí la sin hueso para devorarla. Ella tampoco había parado, su otro pie había seguido acariciando mis pechos, mi vientre y ahora gracias a mi postura alcanzaba sin problemas los labios de mi vulva. Aún por encima del encaje podría notar mi humedad y los gemidos que de vez en cuando me hacían separar un poquito mi boca de su piel.
Alcancé su clítoris que se me ofrecía sólo entre sus labios hinchados. Noté su mano acariciando mi melena mientras oía sus suspiros y gritos, según iba tocando sus puntos sensibles. Pasando la lengua por los labios, por la vulva recogiendo sus jugos. Por el clítoris acariciándolo con la sin hueso. Tras su primer orgasmo que me llenó la boca de su humedad separé y levanté sus muslos haciéndola arquear la espalda.
Cuando se dio cuenta de mis intenciones hizo un solo intento de evitarlo cerrando los muslos. Pero una suave palmada en la nalga consiguió que me permitiera continuar. Supongo que pensaría que estaba sucia. Pero el olor que emanaba de su culo era casi solo a sudor y yo deseaba lamer todo su cuerpo. Rindiendo lo inevitable se giró en el sofá y a cuatro patas sobre el mueble.
Aproveché para darle mordisquitos antes de llevar la lengua a la sudada raja. Harta de su tanga la liberé de él de un tirón, diciéndole que le regalaría el que quisiera de los míos. Fue entonces cuando clavé la lengua en su ano, apenas más oscuro que el resto de su piel y sin vello. Notaba como se retorcía de gusto entre mis manos.
Separando aún más el apoyo de sus rodillas conseguía alcanzar con mi lengua culo y coño y penetrar los dos orificios todo lo que podía con ella.
Sabía que se estaba corriendo lo notaba en los estremecimientos de su cuerpo, en los espasmos de su coño cuando la penetraba con un par de mis dedos, buscando el punto g.
Hasta ahora prácticamente se había dejado hacer de todo pero se dejó caer en los cojines guiándose boca arriba y llamándome con la sonrisa lasciva de alguien que estaba disfrutando. Durante unos momentos apoyé mi vulva en la suya intercalando las piernas para que no estorbaran y aprovechamos para frotarlas. Pero ella quería probarme, tiró de mi cuerpo y me comió las voluptuosas mamando con fuerza de mis pezones, lamiendo mis axilas también bastante sudadas. Yo había conseguido librarme del tanga mientras lamía su culito.
Ella seguía subiéndome hasta sentarme sobre su cara. Con una rodilla entre su cabeza y el respaldo y el otro pie en el suelo mi cadera fue bajando despacio sobre su cara hasta notar el electrizante contacto de su lengua en mi xoxito. De inmediato me la clavó lo más profundo que pudo provocando el primer orgasmo que ella me daba de forma intencionada, ya antes había tenido alguno casi sin tocarme por la excitación de habérmela ligado.
Sujetándome mis muslos con sus fuertes manos curtidas por el trabajo me llevaba donde ella quería, adelante y atrás tocando mis labios, el clítoris, el perineo y el culo que tampoco le dio ningún reparo lamer. Estaba chorreando sobre su cara pellizcando mis propios pezones. Llegué a notar su naricilla respingona penetrando mi vulva mientras respirando por la boca me echaba el aliento en la raja.
Tuve tres orgasmos antes de que me tumbara a su lado a comerle la boca con el sabor de mi coño en ella. Con la mitad de mi cuerpo sobre el suyo cruzábamos las lenguas mientras mis dedos volvían a acariciar su coño tiernamente.
Deberíamos darnos una ducha y seguro que lo hacíamos juntas pero en ningún momento nos había importado a ninguna de las dos el olor corporal de la otra. Acariciarnos con el agua y el gel resbalando por nuestras pieles...
Creo que a partir de ahora voy a pedir más comida a domicilio.La experiencia ha sido fantástica.
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